viernes, 4 de octubre de 2013

Renunciar aunque haya amor

Renunciar aunque haya amor

 Con respecto a las relaciones interpersonales, el apego es el elemento psicológico mediante el cual se establece un vínculo de dependencia con otra persona. El apego se desarrolla en la mente a partir del miedo a la soledad o al abandono, es la consecuencia de la búsqueda inconsciente de protección y amparo brindada por otra persona, de la necesidad de sentir seguridad emocional. El apego no tiene nada que ver con el amor, el amor es energía puesta en un objeto, en una persona o un objetivo. 

Desde el punto de vista biológico, el apego cumple una función importante en la reproducción y crianza de los hijos, el apego entre la madre y su hijo permite una relación de codependencia absolutamente necesaria para la supervivencia de la especie. Entender las raíces evolutivas y biológicas del apego y de todas las demás conductas innatas dirigidas por los instintos le ayudará a orientarse hacia vínculos más conscientes, más inteligentes. Todos tenemos una tendencia natural a desarrollar apego en las relaciones emocionales con las demás personas, pero el apego aporta muchos inconvenientes, quizás sea mucho más perjudicial que beneficioso.

El apego o dependencia afectiva no permite el desarrollo del potencial de la persona, la persona apegada pone como prioridad al otro, en virtud de mantener la relación. La persona apegada ve la realidad de un modo distorsionado, su mente pasa por alto los defectos, los maltratos, las injusticias que su pareja comete contra ella, justificando los actos del otro. La persona apegada vive en un estado adictivo, malsano y limitante, que lejos de beneficiarle le esclaviza.

El apego es muy fácil de reconocer por los siguientes síntomas:

1. Incapacidad de tomar decisiones sin consultar a la pareja, necesidad de pedirle opiniones antes de actuar y pérdida de la capacidad de iniciativa espontánea.

2. Abandono de metas, ideas, amistades, planes y actividades si la pareja no está de acuerdo con ellas. Dejar de estudiar, de tratar las amistades, de salir o de hacer cosas para evitar que la pareja se enoje o se distancie.

3. Sensación de angustia, miedo, inseguridad o intranquilidad si la pareja se enoja, se distancia o se muestra indiferente.

4. Justificación de las conductas ofensivas, negligentes o maltratadoras de la pareja:“Él/ella tiene razón de enojarse, ofenderse o distanciarse debido a que él/ella es una persona muy ocupada, más inteligente que yo, muy delicada, etcétera”.

5. Autorreproche y culpa si la pareja se enoja, distancia o se torna maltratadora:“Yo tengo la culpa de lo que sucedió porque fui torpe, porque no supe hacer las cosas bien, porque no fui lo suficientemente capaz, etcétera”.

6. Convencimiento de ser incapaz de separarse de la pareja: “Sin él/ella no puedo vivir, no soy nadie, no seré feliz”.

7. Otorgarle a la pareja características que no posee o verlo más virtuoso de lo que es: “Él/ella me ama, es una persona muy importante, es muy inteligente, es muy cariñoso, es bueno”.

La responsabilidad de la relación malsana recae en las manos tanto del esclavo como de la persona objeto del apego. El que es esclavo tiene que entender que debe romper con el vínculo emocional y la relación que tiene, aunque sienta amor, debido a que las relaciones de apego jamás son plenas ni equitativas. La persona apegada no puede esperar a dejar de amar para desapegarse, desapegarse sintiendo amor es la única salida de este tipo de relación autodegradante. 

La persona objeto del apego tiene que comprender que por ser una relación que jamás será plena, es limitada. Aunque pareciera estar sacando ventaja de la situación, le convendría más sacarse de encima al esclavo, que dicho sea de paso no valora completamente y buscar a una persona libre, que conservando su capacidad de independencia y autogestión sea capaz de amarle y compartir sanamente.

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